En siete días se creó el universo y el séptimo día se descansó. A imagen y semejanza, Emmanuel Horvilleur nos ofrece un giro sobre el mandato creador: en siete discos de estudio plasmó su universo musical solista y en el séptimo disco puso al descanso a esperar. ¿Por qué? Porque él, que ya había invitado en otro tiempo a Dios a bailar con él, ahora, es la disco.

Aqua di Emma queda etiquetado bajo el número sagrado y lo que es mera casualidad numerológica se vuelve un cantar de cantares: “por el camino de los sueños”, todo lo que pisamos puede ser una pista de baile. Diez canciones para bailar por y con la familia, los amigos y colegas. Un baile que no es mudo, que dice del amor, que da cuenta de las rutas andadas, que celebra los match creativos y los jardines que florecen cuando el big bang sentimental interrumpe la monotonía. Este aquelarre azulado roza los treinta y cinco minutos y alcanza para atravesar la oscuridad y evocar la luz de los cuerpos que salen al encuentro del ritmo: bailar porque estamos vivos, juntos, dándole vida a la vida.

Sellando un retorno artístico al groove que tan bien le calza al músico argentino, Aqua di Emma se caracteriza por los nuevos desafíos sonoros y narrativos. Si Emmanuel Horvilleur se mueve como pez en el agua del funk al sweet pop, y viceversa, la sorpresa la dan unas gotas jazzeras y gospeleras, que nos alcanzan como el halo de un perfume fresco y renacentista mientras la poesía hace el resto: abrir las aguas para que pase todo lo fantástico. Aun, todavía, en este mundo raro.